miércoles, 9 de julio de 2008

El Amor no tiene color


EL AMOR NO TIENE COLOR[1]*


El aporte de los descendientes africanos ha sido desconocido por la historia, El objetivo de este video es evidenciar el currículo oculto que a través de la comunicación y las actitudes transmitimos a nuestros estudiantes. Formas de segregación y discriminación que se presentan en el video “El amor no tiene color” forman parte de las prácticas pedagógicas en la mayoría de instituciones educativas.

Es la Educación un proceso social que se desarrolla por medio de la comunicación, el lenguaje y la palabra. Palabra que silencia, enaltece, calumnia, rebaja o discrimina la condición de los seres humanos, hasta el punto de impactar negativamente la dimensión afectiva del Desarrollo Humano de los estudiantes.

Así, es natural que si maestros (as) y padres tratamos a nuestros(as) niños (as) de ignorantes, mediocres e incapaces, este sea el verdadero resultado de los(as) nuevos (as) ciudadanos (as). La palabra debe ser liberadora, según Paulo Freyre. Se debe adoptar una Pedagogía de la Esperanza, una educación intercultural que ejerza el libre ejercicio de la expresión oral, escrita y artística que permita la circulación y apropiación de los saberes y colores de la diversidad; una educación incluyente que favorezca espacios amables de acercamiento y de solidaridad, un diálogo en el cual se reconozca el respeto, la escucha y la alegría de compartir con todos los seres humanos.

Se constituye la escuela en un espacio privilegiado para la expansión de las libertades, de cultivarse a sí mismo, a través de los valores y principios de la afrocolombianidad. La Afrocolombianidad como un estilo de vida incluyente, intelectual, creativo, solidario. Erradicar toda forma de exclusión, comenzando por el lenguaje: “Es necesario que cuestionemos ese lenguaje que heredamos de la esclavitud para saber cómo debemos relacionarnos, cómo debemos tratarnos hoy como personas, en equidad en derechos, en equidad de calidad humana” (Juan de Dios Mosquera. “Movimiento Cimarrón de Colombia”).

Desde el lenguaje practicamos la discriminación étnica, social, cultural, estética, sexual. Formas de discriminación tales como sufrir de amnesia para recordar los nombres de los estudiantes, señalarlos para dirigirse a ellos (as) con adjetivos impropios que los diferencia de sus compañeros y se convierten en sustantivos y formas de denominarlos, contribuyendo a la pérdida de identidad y autoestima; expresiones como “allá, el negrito o la negrita”, para que, en lugar de Jessica o José, los pares académicos continúen llamándoles “negra o negro”, desconociendo que el color de la piel no es la definición de la persona; es sólo una cualidad, negando que la afrocolombianidad “no depende del color de la piel, ni depende de la región donde hayamos nacido, sino que son un conjunto de valores que están en la cultura de la nación, en la identidad nacional” (J.de Dios Mosquera), ignorando que los ancestros africanos de Jessica y José, esa “negrita” y ese “negrito”, “han aportado a la construcción y desarrollo de la nación en estos 500 años, valores económicos que están en la riqueza nacional” (J.de Dios Mosquera). Este tipo de señalamientos no se dan sólo en el ámbito educativo; talvez cuando usted está haciendo filas, ejerce los mecanismos de participación o asiste a una entrevista, los haya reconocido.

De esta forma, el lenguaje y las actitudes discriminadoras transmiten en el ser humano un tedio social sostenido en complejos de inferioridad que les impide confrontar, aportar, escuchar, autocriticarse o criticar. La invisibilización social a la cual se somete a las personas por su color, sexo y diferencias, reduce las posibilidades intelectuales, creativas, afectivas, de sensibilidad social, de emprendimiento; desfavorece el sentido de pertenencia, el cuidado de lo público, el libre ejercicio de una ciudadanía comprometida con el desarrollo individual y colectivo.

Debemos los responsables de la educación- maestros, maestras, directivos, planeadores- traer a la conciencia que estamos educando personas que, al ser discriminadas, discriminan; que repetirán estas acciones en sus relaciones interpersonales cercanas, nuevos núcleos familiares y comunidad. El lenguaje, así concebido, contribuye a que los afrodescendientes sean encadenados socialmente por el color de la piel, se conviertan en una población “rezagada”, definida en el documento “Visión Colombia II Centenario 2019” como las mismas que no acceden a la educación o desertan de ella; lo cual es una consecuencia natural si se ofrece una educación que niega la diversidad, las diferencias y las personas.

En este sentido, el Lenguaje y la Comunicación se deben constituir en la primera Acción Afirmativa para superar la inequidad, así como implementar la Cátedra de Estudios Afrocolombianos, para fortalecer la calidad, cobertura y pertinencia de la educación, conforme con el Plan Nacional de Desarrollo y los Objetivos del Milenio.

La tendencia comunicativa-pedagógica de negar la mujer en el lenguaje, no nombrarla o incluirla en el colectivo de “todos”; en la filosofía y el conocimimento- que siempre se refiere al hombre-; en la actitud de maestros y maestras de privilegiar la palabra del hombre ; invisibilizarla dentro de un grupo, saludar sólo “Buenos días niños” al ingresar a un salón de clases; la lejanía didáctica en no educarla para el ejercicio de una sexualidad responsable; retrasar su desarrollo por no indicar los métodos de planificación y del cuidado de sí misma; estar ausentes de la necesidad mundial de fortalecer la política de género, como lo establecen los Objetivos del Milenio y los marcos legales nacional e internacional; ignorar que su educación es fundamental para el desarrollo humano en su dimensión afectiva, social y cultural; dejarla con la mano levantada, no escucharla, enseñarla a continuar en el sometimiento, alentarla con el lenguaje excluyente a ser atendida y reconocida a través del hombre y de la maternidad y no explorar sus aptitudes intelectuales y creativas, es ir en contravía de la política mundial y de los Objetivos del Milenio. (Números 3, 4, 5 y 6 en su orden: promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer; reducir la mortalidad infantil; mejorar la Salud Materna; combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades). La Segunda Acción Afirmativa de la expresión Afrocolombiana debe sintonizarse con la atención educativa a la mujer: “Si tú estás en un país progresista, la mujer es progresista; si tú estás en un país que refleja conciencia hacia la importancia de la educación, es porque la mujer está consciente de la importancia de la educación” (Malcom X). El horizonte educativo para la mujer es reconocerla en su diferencia de género, ofreciéndole oportunidades de crecimiento y desarrollo, ejercer la equidad de género, explorando sus talentos, animándola en el camino del conocimiento, preparándola para una vida digna, orientándola en la creación de su proyecto de vida en el cual pueda ejercer la libertad de ser persona, comprometer la práctica pedagógica para que la mujer y la mujer afrocolombiana se salgan de la fila de un grupo “rezagado”; apropiarse de la responsabilidad de docentes y directivas, “Las mujeres pobres no sólo entran más en unión sino que lo hacen a edades más jóvenes, ampliando comparativamente, con las no pobres el riesgo […] Embarazos no deseados producidos por situaciones extremas, evidencian la demanda insatisfecha de métodos anticonceptivos por parte de las poblaciones en riesgo, en particular mujeres adolescentes de los grupos más marginados de la población, con bajos niveles educativos, inadecuada formación en salud sexual y reproductiva, sin producción anticonceptiva” (Visión Colombia). Sea, pues, la Segunda Acción Afirmativa de la Etnoeducación Afrocolombiana expandir las libertades de desarrollo de la mujer, fortaleciéndola intelectualmente, explorando sus actitudes creadoras, formándola como persona responsable de sí misma, creyendo en ella. Esculpir en ella la sentencia cimarrona: “Mujer: sin ti, nada es posible”

Afectan el lenguaje y la comunicación en la práctica pedagógica negativamente a aquellas personas diversas por color y género; pero otras formas de excluir a través del lenguaje y la comunicación son centrar la atención del docente en aquellos (as) estudiantes que se ubican según el criterio subjetivo en “Los(as) aplicados (as) o excelentes”, otorgándoles a ellos (as) el uso de la palabra, del conocimiento, de la participación. No creer en los otros (as) es invisibilizarles, esconderles socialmente. Sea ésta, pues, la Tercera Acción Afirmativa para el Desarrollo de la Comunidad Afrocolombiana y la educación intercultural e incluyente.

Segregamos socialmente cuando apoyamos la burla, el comentario hostil en relación con las preferencias sexuales de los estudiantes; esa diversidad es altamente discriminada en el ámbito educativo; falta calidez en la palabra para aceptar las diferencias; son personas que, al sentir el rechazo social, necesitan más del afecto, de la comprensión y del reconocimiento de maestros (as), familia y sociedad.

Discriminamos a través del lenguaje y la comunicación a las personas que según nuestros estándares estéticos no son bellos (as); tratar de manera especial a las personas bonitas es una forma de negar las diferencias y fomentar complejos de inferioridad y enfermedades sociales que se somatizan como a diario se ve en los medios de comunicación.

Es el lenguaje excluyente y la mirada diferente para aquellos (as) niños (as) que tienen necesidades educativas especiales, ignorarlos (as), regañarlos (as), permitir que se conviertan en objetos de burla de sus pares académicos un acto de crueldad pedagógica. Toda forma de discriminación verbal y actitudinal es inhumana; no es coherente con nuestra misión de formar de una manera integral y centrar el proceso educativo en la dignidad de la persona.

En suma, a través de una pedagogía dialógica y una etnoeducación intercultural, equitativa, humana y afectiva se promueven ambientes adecuados para el Desarrollo Humano. Apropiarse de acciones afirmativas que reconozcan que la diversidad es el juego del color, de la cultura, del afecto y la equidad es el compromiso que debemos reafirmar en el ámbito educativo. La amorosidad[2] es un valor que debe ser inherente en quienes tenemos la responsabilidad social de educar. Las victorias se conquistan desde los afectos. ACHÉ[3]






[1] Expresión elaborada por los estudiantes de la Institución Educativa “Eustaquio Palacios”, Grado 10-7
[2] FREYRE, Paulo. Pedagogía del Oprimido.(2003), Siglo Veintiuno España Editores.
[3] Significa espíritu, alegría. ancestros africanos (as)

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