miércoles, 9 de julio de 2008

Desaprender

DESAPRENDER

“LA QUINTA DISCIPLINA”: ESCUELAS QUE APRENDEN. ( Peter Senge)

La lectura argumenta la afirmación drástica:”En la escuela no se aprende”, y en el camino presenta alternativas para mejorar el proceso educativo.

Plantea el contenido un reconocimiento histórico del desarrollo institucional de la escuela que data del siglo XII ,y se agudiza desde el Siglo XVII hasta nuestros días.
La escuela como institución y como producto del desarrollo social económico se circunscribe en el marco de los intereses que rigen a cualquier nación. En este sentido, la Revolución Industrial dio el derrotero que debía seguir la escuela, como reproductora de los sistemas sociales y de las ideologías dominantes. La Revolución Industrial se fortaleció a través de las máquinas, cuyo buen manejo y desempeño garantizaban una producción exitosa. Surgió la necesidad de capacitar en masa obreros y operarios a través de la escuela, la cual impartió instrucción con la filosofía de “a mayor número de graduados con conocimientos estandarizados, mayor eficiencia”: todos debían aprender lo mismo y en el menor tiempo. Actitud que, por siglos, ha desconocido los diferentes ritmos y estilos de aprendizaje, además de otras connotaciones como segregar y estereotipar a quienes no se adapten al ambiente de enseñanza como alumnos con características deficitarias y en el lenguaje nuestro, literalmente “brutos (as)”.

En este orden de ideas, surgió la didáctica de Comenio como una herramienta en pro de la economía del tiempo que recobra validez y vigencia con los famosos cursos de inglés, sistemas, bachilleratos acelerados y hasta carreras técnicas por correspondencia, entre otros.

Adquiere el estudiante, pues, contenidos estandarizados, cuya calidad e importancia no tienen un espacio de reflexión para sí mismos, recuperando el paradigma por el cual “Personas que no piensan, son fáciles de convencer”.

Se constituye la escuela , entonces, en un aparato alienador y creador de conciencia colectiva uniforme y conforme que posibilita la ausencia de un pensamiento crítico, autónomo y reflexivo para prolongar la vida de los sistemas sociales, políticos y económicos establecidos. No se reconoce la esencia del sujeto como persona, sino como objeto incapaz de modificar la realidad, actitud anacrónica para el siglo XXI, de la sociedad ilustrada o del conocimiento, donde el paradigma que se erige es el conocimiento per se, cambiando, así, el “oropel” que nos guiaba hasta el siglo XX de “cuánto tienes, cuánto vales” por “analista, cuánto sabes, cuánto vales”. De esta manera, los otrora obreros importantes para manipular las máquinas, hoy, se constituyen en trabajadores rutinarios remplazables por los avances tecnológicos; ahora, son necesarios los analistas simbólicos, cuyo capital convertible a ingresos económicos es la inteligencia y la creatividad y otros valores agregados que se pueden sustituir, también, cuando aparezcan inteligencias superiores a ellos.

El contexto en el cual se movía la escuela del siglo XX, se está modificando por las tendencias de “La Tercera Ola”, donde los criterios económicos a nivel mundial se rigen por el macabro concepto de la “Globalización” que trae de la mano, además de mayor empobrecimiento para nuestros países subdesarrollos o en vía de desarrollo un transtorno de nuestras identidades culturales e individuales.

Ayer, los emporios económicos invirtieron en máquinas y obreros baratos; hoy, están más interesados por la inteligencia artificial y otras arandelas tecnológicas que remplacen el trabajo de la persona.

Sin embargo, algunos futuristas a quienes escuchan las élites como Drucker y Max Neeff, entre otros, vuelven su mirada hacia la persona, como individuo que piensa, siente y actúa.
Centran su atención en la necesidad de la formación y del desarrollo humano. Concibo una cierta filosofía que no trasciende del papel a la realidad, pues la tendencia que se impone, para el caso en nuestro país, es masificar la educación so pretexto “cobertura Educativa”, desconocer la docencia como profesión y al docente como persona; convertir las instituciones en laboratorios que desarrollan caldos de cultivo, que a la postre, conformarán una sociedad venidera, resentida, desubicada y sin responsabilidad social, entonces, se formula, entonces, la pregunta si los gobiernos exigen perfiles para los ministerios; por ejemplo, el de Hacienda debe ser un economista educado con filosofías extranjeras; el del Interior un abogado salpicado; el de Educación, un cerebro frío con mentalidad de empresario - nunca se perfila un Ministerio de Educación dirigido por un (a) maestro (a) que conozca los problemas endémicos cotidianos nuestros -. En nuestra profesión cualquier persona se siente con autoridad para señalar y opinar, desconociendo nuestra autoridad moral e intelectual incrustada en un amplio marco teorico-académico y práctico desde donde somos los expertos para opinar, proponer, modernizar y cualificar.

Tratar de abarcar toda la disertación de Sengen no puede ser una labor inmediatista; en consecuencia, retomaré algunos conceptos que, desde mi realidad, adquirieron un significado importante:

“Autonomía”: tratar de llevar el concepto al aula de clases es una tarea bastante ardua, cuando a nuestros hijos desde pequeños les estamos recordando todo el tiempo lo que deben hacer (cepillarse, bañarse, hacer tareas, etc.) Y, así, crecen. Nuestros esposos, familiares, amigos y hasta nosotros mismo consultamos decisiones tan elementales como qué ponernos hoy o cómo nos vemos para tal o cual ocasión. Replicamos esta actitud en nuestros estudiantes dirigiendo todo el tiempo sus procesos académicos, y en la sociedad, las altas y pequeñas (no cito la media, porque como los dinosaurios, tiende a desaparecer) consultan todas las decisiones para delegar responsabilidades, apoyándose en la “demoscracia”.

“Pensar en Sistemas”, cuando niños y niñas que reciben su educación en escuelas oficiales, no conocen, muchas veces, un computador.

“Trabajar en Equipo”, cuando las generaciones anteriores y tal vez la nuestra, reiteran que “uno se hace solo en la vida”. “Vincular padres de familia”, si hay tal suerte, cuando escasamente se ganan un salario mínimo, y para hacerlo no tienen tiempo libre y, en la mayoría de los casos, tienen una economía doméstica informal o uno de los dos, o ambos, abandonan, muy temprano, su paternidad y brillan por su ausencia, al igual que ocurre con los padres “ejecutivos”.

“El Reconocimiento del Otro”: Desde nuestra labor; ¿ reconocer al otro “objeto de la Educación” cuando podemos estar trabajando con trescientos o cuatrocientos estudiantes?; “reconocerlo (a)” cuando esta economía salvaje obliga a cada uno estar en lo suyo y, en algunos casos , esta lucha frenética por sobrevivir o mantener un estatus social obliga a trabajar hasta el agotamiento físico y mental, y cuando vemos al (la) otro (a), estamos muy cansados (as) para “reconocerlo”? ¡Vanidad de los esfuerzos humanos!. De tal manera, que el “ya te veo” y “aquí estoy” adquieren otro sentido: “no te veo” y “ya no estoy”.

Respecto a los (las) maestros (as) y fijar metas comunes ¿Somos un gremio que unifica criterios?
Directores y Administradores: se apropian de su rol de controladores y no trascienden ni a la persona, al maestro (a), estudiante o padre de familia ni a la academia.

“Los aprendices retienen aquello que en realidad quieren aprender”: cuando encontramos excesos económicos (colegios privados), necesidades físicas resueltas ampliamente, sustituyendo afectos, personas involucradas, de modo emocional, con la moda, los medios, la tecnología, la droga, “papi y mami” Y, en su defecto, el vacío de aprender con hambre colectiva. Para los estudiantes actuales no es acertada la analogía de la bicicleta, el carro, la moto con el aprendizaje; sin duda, la mayoría escogería los objetos.

El MALETÍN: es colombianísimo, y el peso cada día mayor para estudiantes, maestros (as) y padres de familia; si la medida fueran las listas escolares de los colegios privados, habría que citar a Pedro Coral con su célebre expresión: “¡Virgen Santísima!”.

Interesante y esperanzadora la analogía de los seres vivos con la educación. Estamos en la reflexión sobre nuestros paradigmas, y estamos, aquí, por ello: el deseo de encontrar un salvavidas que nos lleve a tierra, ya que somos fruto de un proceso educativo “Industrializado” y el cual, desde nuestra práctica pedagógica, con nuestro saber propio de maestros (as) podemos humanizar.
DESAPRENDER

“LA QUINTA DISCIPLINA”: ESCUELAS QUE APRENDEN. ( Peter Senge)

La lectura argumenta la afirmación drástica:”En la escuela no se aprende”, y en el camino presenta alternativas para mejorar el proceso educativo.

Plantea el contenido un reconocimiento histórico del desarrollo institucional de la escuela que data del siglo XII ,y se agudiza desde el Siglo XVII hasta nuestros días.
La escuela como institución y como producto del desarrollo social económico se circunscribe en el marco de los intereses que rigen a cualquier nación. En este sentido, la Revolución Industrial dio el derrotero que debía seguir la escuela, como reproductora de los sistemas sociales y de las ideologías dominantes. La Revolución Industrial se fortaleció a través de las máquinas, cuyo buen manejo y desempeño garantizaban una producción exitosa. Surgió la necesidad de capacitar en masa obreros y operarios a través de la escuela, la cual impartió instrucción con la filosofía de “a mayor número de graduados con conocimientos estandarizados, mayor eficiencia”: todos debían aprender lo mismo y en el menor tiempo. Actitud que, por siglos, ha desconocido los diferentes ritmos y estilos de aprendizaje, además de otras connotaciones como segregar y estereotipar a quienes no se adapten al ambiente de enseñanza como alumnos con características deficitarias y en el lenguaje nuestro, literalmente “brutos (as)”.

En este orden de ideas, surgió la didáctica de Comenio como una herramienta en pro de la economía del tiempo que recobra validez y vigencia con los famosos cursos de inglés, sistemas, bachilleratos acelerados y hasta carreras técnicas por correspondencia, entre otros.

Adquiere el estudiante, pues, contenidos estandarizados, cuya calidad e importancia no tienen un espacio de reflexión para sí mismos, recuperando el paradigma por el cual “Personas que no piensan, son fáciles de convencer”.

Se constituye la escuela , entonces, en un aparato alienador y creador de conciencia colectiva uniforme y conforme que posibilita la ausencia de un pensamiento crítico, autónomo y reflexivo para prolongar la vida de los sistemas sociales, políticos y económicos establecidos. No se reconoce la esencia del sujeto como persona, sino como objeto incapaz de modificar la realidad, actitud anacrónica para el siglo XXI, de la sociedad ilustrada o del conocimiento, donde el paradigma que se erige es el conocimiento per se, cambiando, así, el “oropel” que nos guiaba hasta el siglo XX de “cuánto tienes, cuánto vales” por “analista, cuánto sabes, cuánto vales”. De esta manera, los otrora obreros importantes para manipular las máquinas, hoy, se constituyen en trabajadores rutinarios remplazables por los avances tecnológicos; ahora, son necesarios los analistas simbólicos, cuyo capital convertible a ingresos económicos es la inteligencia y la creatividad y otros valores agregados que se pueden sustituir, también, cuando aparezcan inteligencias superiores a ellos.

El contexto en el cual se movía la escuela del siglo XX, se está modificando por las tendencias de “La Tercera Ola”, donde los criterios económicos a nivel mundial se rigen por el macabro concepto de la “Globalización” que trae de la mano, además de mayor empobrecimiento para nuestros países subdesarrollos o en vía de desarrollo un transtorno de nuestras identidades culturales e individuales.

Ayer, los emporios económicos invirtieron en máquinas y obreros baratos; hoy, están más interesados por la inteligencia artificial y otras arandelas tecnológicas que remplacen el trabajo de la persona.

Sin embargo, algunos futuristas a quienes escuchan las élites como Drucker y Max Neeff, entre otros, vuelven su mirada hacia la persona, como individuo que piensa, siente y actúa.
Centran su atención en la necesidad de la formación y del desarrollo humano. Concibo una cierta filosofía que no trasciende del papel a la realidad, pues la tendencia que se impone, para el caso en nuestro país, es masificar la educación so pretexto “cobertura Educativa”, desconocer la docencia como profesión y al docente como persona; convertir las instituciones en laboratorios que desarrollan caldos de cultivo, que a la postre, conformarán una sociedad venidera, resentida, desubicada y sin responsabilidad social, entonces, se formula, entonces, la pregunta si los gobiernos exigen perfiles para los ministerios; por ejemplo, el de Hacienda debe ser un economista educado con filosofías extranjeras; el del Interior un abogado salpicado; el de Educación, un cerebro frío con mentalidad de empresario - nunca se perfila un Ministerio de Educación dirigido por un (a) maestro (a) que conozca los problemas endémicos cotidianos nuestros -. En nuestra profesión cualquier persona se siente con autoridad para señalar y opinar, desconociendo nuestra autoridad moral e intelectual incrustada en un amplio marco teorico-académico y práctico desde donde somos los expertos para opinar, proponer, modernizar y cualificar.

Tratar de abarcar toda la disertación de Sengen no puede ser una labor inmediatista; en consecuencia, retomaré algunos conceptos que, desde mi realidad, adquirieron un significado importante:

“Autonomía”: tratar de llevar el concepto al aula de clases es una tarea bastante ardua, cuando a nuestros hijos desde pequeños les estamos recordando todo el tiempo lo que deben hacer (cepillarse, bañarse, hacer tareas, etc.) Y, así, crecen. Nuestros esposos, familiares, amigos y hasta nosotros mismo consultamos decisiones tan elementales como qué ponernos hoy o cómo nos vemos para tal o cual ocasión. Replicamos esta actitud en nuestros estudiantes dirigiendo todo el tiempo sus procesos académicos, y en la sociedad, las altas y pequeñas (no cito la media, porque como los dinosaurios, tiende a desaparecer) consultan todas las decisiones para delegar responsabilidades, apoyándose en la “demoscracia”.

“Pensar en Sistemas”, cuando niños y niñas que reciben su educación en escuelas oficiales, no conocen, muchas veces, un computador.

“Trabajar en Equipo”, cuando las generaciones anteriores y tal vez la nuestra, reiteran que “uno se hace solo en la vida”. “Vincular padres de familia”, si hay tal suerte, cuando escasamente se ganan un salario mínimo, y para hacerlo no tienen tiempo libre y, en la mayoría de los casos, tienen una economía doméstica informal o uno de los dos, o ambos, abandonan, muy temprano, su paternidad y brillan por su ausencia, al igual que ocurre con los padres “ejecutivos”.

“El Reconocimiento del Otro”: Desde nuestra labor; ¿ reconocer al otro “objeto de la Educación” cuando podemos estar trabajando con trescientos o cuatrocientos estudiantes?; “reconocerlo (a)” cuando esta economía salvaje obliga a cada uno estar en lo suyo y, en algunos casos , esta lucha frenética por sobrevivir o mantener un estatus social obliga a trabajar hasta el agotamiento físico y mental, y cuando vemos al (la) otro (a), estamos muy cansados (as) para “reconocerlo”? ¡Vanidad de los esfuerzos humanos!. De tal manera, que el “ya te veo” y “aquí estoy” adquieren otro sentido: “no te veo” y “ya no estoy”.

Respecto a los (las) maestros (as) y fijar metas comunes ¿Somos un gremio que unifica criterios?
Directores y Administradores: se apropian de su rol de controladores y no trascienden ni a la persona, al maestro (a), estudiante o padre de familia ni a la academia.

“Los aprendices retienen aquello que en realidad quieren aprender”: cuando encontramos excesos económicos (colegios privados), necesidades físicas resueltas ampliamente, sustituyendo afccectos, personas involucradas, de modo emocional, con la moda, los medios, la tecnología, la droga, “papi y mami” Y, en su defecto, el vacío de aprender con hambre colectiva. Para los estudiantes actuales no es acertada la analogía de la bicicleta, el carro, la moto con el aprendizaje; sin duda, la mayoría escogería los objetos.

El MALETÍN: es colombianísimo, y el peso cada día mayor para estudiantes, maestros (as) y padres de familia; si la medida fueran las listas escolares de los colegios privados, habría que citar a Pedro Coral con su célebre expresión: “¡Virgen Santísima!”.

Interesante y esperanzadora la analogía de los seres vivos con la educación. Estamos en la reflexión sobre nuestros paradigmas, y estamos, aquí, por ello: el deseo de encontrar un salvavidas que nos lleve a tierra, ya que somos fruto de un proceso educativo “Industrializado” y el cual, desde nuestra práctica pedagógica, con nuestro saber propio de maestros (as) podemos humanizar.

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