jueves, 8 de julio de 2010

La otra tía

LA OTRA TÍA
“La pereza camina tan despacio que la pobreza no tarda en alcanzarla” La biblia.
Sentada en una silla mecedora, de esas comunes con plástico y hierro, la anciana de ochenta y un años, quieta, mira hacia el umbral, se abre la puerta y entran sus dos sobrinos mayores, él y ella;la sobrina observa el entorno miserable, en frente de ella, la tía, su hijo loco y un hambriento gato.
La anciana da la espalda al mismo lado de la ciudad, otras casas levantadas sobre esterilla y barro.
La tía, luce un vestido viejo, floreado, color pastel, tiene el cabello largo, oscuro y recogido a los lados; largos aretes, manos largas, uñas impecables, piel clara, se asoman tenues arrugas en sus ojos y en la comisura de sus labios, pero el rostro es casi juvenil. Ella parece una dama, elegantemente pobre y consumida en su miseria.
Saluda a sus sobrinos y llora, cuenta que hace tres meses una bicicleta la tumbó, que fue al Sisbén y sólo le echaron isodine y que le ha tocado poner platones porque la sangre sale a chorros de sus piernas. Muestra la foto de su matrimonio, detrás de la pareja, el padre canoso y borracho. El novio todo un Valentino y ella, hermosa, delgada, alta, rostro con finas cejas, ojos y nariz. Labios delineados carmesí.
La sobrina recuerda la historia de la tía: Hija única, primor de sus padres. Escrupulosa, vanidosa y perezosa. Famosa en la pequeña ciudad, es un ícono; jamás trabajó porque sus delicadas manos no fueron hechas para eso. Nadie podía comer en las vajillas que ella usaba. Daba órdenes a sus hermanos menores y cuando murieron sus padres, de hermano en hermano la mantenían. Un matrimonio fracasado porque en esa época las mujeres tenían que atender a sus maridos y ella no se iba a aguantar esa vaina. Tuvo un hijo, que en su mejor edad, enloqueció y vive con ella.
Continúa la tía contando y llorando. Todos en la ciudad la conocían porque desde joven salía con una sombrilla para protegerse del sol, era muy sabia, y sabía que el sol no era amigo de su belleza. Esbelta en su juventud caminaba con elegancia bajo su sombrilla. Hace tres meses aguanta hambre con su hijo loco; porque no ha podido volver a trabajar desde el accidente; desde hace muchos años, con sombrilla y todo, vive de pedir limosna.
Luz Dary E.
Cali, 06 de julio de 2010.

1 comentario:

Diana Londoño dijo...

Este texto me muestra la realidad de muchas personas especialmene de las mujeres aquellas que solo se preocupan por la apariencia fisica, la cual en mi opinion no tiene mayo importancia...este relato muestra que la humildad y todo lo que aprendes en tu vida te va a servir para grandes cosas,la vida misma se encarga de darte lecciones aprovecha al maximo las cosas que te brindan...me gusto mucho el mensaje que envia usted en esta ocasion. Nuevamente reitero mis felicitaciones eres una gran escritora