Un Maestro Ausente

Un Maestro Ausente
La casualidad no existe. Algunos sabios orientales y hasta metafísicos dicen que “el maestro llega cuando el discípulo está preparado para recibirlo”.
Hace algunos años, llegué a una oficina pública, muchos dirían que aterricé por lazos políticos. Esa circunstancia hace que muchas personas pierdan sus aptitudes, invisibilizadas por árboles muy grandes, a la sombra de ellos; otras, demuestran en el aterrizaje, que son valiosas, de alguna manera.
El reflejo de la mala imagen de la clase política, arrastra también a sus familias, en este sentido, no son bien recibidos los allegados; a pesar de que muchos políticos son estudiosos, honestos y con una gran dimensión humana, como el compañero de mis días y de mi vida.
Un año, antes de llegar a esa fría oficina conocí a un amigo: Víctor, una voz espiritual que calma y llena de paz al escuchar. Nuestra amistad perdurará, disfrutamos de ella y nos acompañamos cuando alguno de los dos necesita ser escuchado.
Luego, en esa oficina, a la cual después de cuatro intentos, por fin logré ingresar, me encontré de frente, con un señor mayor, de presencia imponente, voz ronca y fuerte. Sería a partir de allí, y hasta nueva orden, mi jefe.
El trabajo me obligaba a contactarlo y entrar con frecuencia a su oficina, el primer día, me pegó tremenda vaciada delante de una rectora. ¡Qué pena!, mientras fue mi jefe, siempre me atemorizaron su voz y sus actitudes. Él tiene algo muy propio: Siempre hace y dice lo que uno menos espera.
Sin quitar de mi corazón y estados de ánimo, ese nerviosismo que se empeña en acompañarme a diario, me esforcé por trabajar y apoyarlo. ¡Quién lo diría! En medio de su ordinariez, hasta me encariñé con él.
Fue un tiempo administrativo, corto en horas, pero extenso en acción, accidentado, estresante y sobretodo, de mucho aprendizaje.
Él se fue primero, lo extrañé y en mi mente aún retumban sus frases cargadas de enseñanzas, casi siempre acompañadas de sendos madrazos.
Con el tiempo, mi ex jefe se convirtió en un maestro y un amigo entrañable. Él continúa hablando duro, a gritos, enseñando y echando madrazos; pero le perdí el miedo: Ya no le como cuento, tal vez porque ya no es mi jefe y esa nueva condición me dio la oportunidad de conocerlo y tratarlo como persona.
Es una persona sabia, leal, que atraviesa con frecuencia momentos críticos y aún así, tiene la virtud de solidarizarse, acompañar y apoyar siempre a sus amigos y allegados.
Los maestros, como los amigos son difíciles de encontrar, una vez se hallan, se debe hacer lo imposible para no dejarlos ir o perderlos.
Sólo buscando a la persona, que las etiquetas no dejan ver, se pueden encontrar los estados puros del alma; esas transparencias se ocultan siempre a quienes se fijan sólo en los estuches.
De nuestros maestros y amigos, recíbimos siempre lo mejor, tratamos de darles nuestros silencio, cariño y comprensión; todo lo que esté a nuestro alcance. A este maestro ausente, lo guardo como un tesoro en mi corazón y lo reconozco como uno de los mejores maestros que he tenido. No me alcanzan los dedos de una mano para contarlos, la primera, mi madre, la segunda, mi maestra de lenguaje, el tercero, mi esposo y el último: él-.
Remiendo: Me acaban de aprobar el crédito. Voy a hacer la tarea para mi taller de escritura, clase mañana. Un abrazo